¿Por qué
elegiste dedicarte a la escritura?
Yo decidí que
escribir era lo que quería hacer en el resto de mi vida hace relativamente
poco, seis años más o menos. En mi caso fue una vocación tardía. Encontré que
escribir me permite hacer letra las cosas que me toman el cuerpo, que me
atenazan la cabeza. Las escribo y ya no son mías, las pongo en el papel y ya
son otra cosa, ya son exterioridad. Todo lo que se me clava como una astilla y
no me suelta, toda la rumia, todo el dolor o la indignación o la melancolía o
la hilaridad, todo eso puedo hacerlo letra y ese barro usarlo de materia prima
para escribir. Yo no escribo nunca sobre mí. No hago autobiografía ni textos de
opinión. Hago ficción. Ficción pura si es que eso es posible, y sin embargo el
material que uso es la experiencia, trozada, molida, amasada y vuelta a
moldear. Para mí escribir no es sacrificado, no es sufriente, no es un oficio y
no es un trabajo. Escribir para mí es algo gozoso y liberador. Es compulsivo y
liberador. Es inestable, intermitente, revoltoso, dionisíaco y por eso mismo, liberador. Es
hacer con lo más oscuro que tengo, un tejido. Y después cortarlo, coserlo. Y
recién después, bordarlo acá y allá. Y si hace falta, plancharlo un poco. Y
finalmente colgarlo de una cuerda al sol.
¿Qué nos
podés contar sobre tu último libro?
Mi último
libro El extraño lenguaje de las casas fue premiado en México en el concurso de
la Universidad Autónoma del Estado de México. Y fue publicado por la editorial
de la Universidad. Todavía no tuve la dicha de tener un ejemplar en la mano
pero ya vi fotos del libro expuesto en la Feria del libro de Toluca y en la
Feria del libro de Guadalajara y otros lados de México y quedó precioso. Yo soy
cuentista y este, como todos los otros míos, es un libro de cuentos con un eje
en lo temático más que en lo estilístico. En este caso el eje no es el abuso como en los anteriores,
sino las ocultaciones, lo dicho a medias, los secretos a voces, lo soterrado.
Es un libro que me gustó mucho armar y que me dio esta hermosa sorpresa de la
UAEMex, que me trató con el mayor respeto y cariño y yo les estoy tremendamente
agradecida. Es el voto de confianza y el espaldarazo más importante que tuve
para mi escritura. Eso que te dice, nena, seguí.
¿Con qué
personaje de ficción te identificás?
Bueno, yo soy
una persona que está siempre un poco fuera de lugar en todos lados, siempre
pertenezco un poco pero no completamente, siempre adentro y afuera al mismo
tiempo o ni adentro ni afuera, bajo el dintel, digamos. En esa delgada línea.
Con un pie en ambos lados, por las dudas. Como tal me identifico con personajes
así, un poco Jane Eyre, por ej. Un poco
El principito, de Exupery. Pero poco. Tampoco es una identificación
total con un personaje determinado. Algunos rasgos, digamos, acá y allá, de un
tipo de personaje, el de un cierto desclase, del que mira todo un poco de
afuera porque por más que busca, no pertenece de derecho pleno a ningún lado.
Es una posición que tiene sus desventajas pero también tiene sus ventajas. La
de poder mirar. No tiene el glamour del protagonismo. Ni su brillo ni su
charme. Pero tiene la ventaja del flanneur, del que pasa y ve. No busca nada y
no se implica como el voyeur, solamente pasa como un desarraigado y sin embargo
está ahí justo en el momento para ver. Dicen los que saben que desde una
habitación iluminada no puede verse lo que hay el la de al lado, a oscuras. Sin
embargo desde la habitación a oscuras puede verse a la perfección lo que pasa
en la de al lado, bien iluminada. Con ese material, robado un poco, si se
quiere, es con el que escribo.
¿Qué autores
nos recomendás?
Tengo mis autores
que me tocaron de un modo inolvidable. Vasconcelos. Calvino. Lispector. Todo absolutamente todo de
Tabucchi, de Buzzati y de Papini. Silvina Ocampo. Claire Keegan. Cortázar y Saer son los
autores a los que vuelvo más, quién sabe por qué. Alda Merini.
Contemporáneos
y argentinos Hebe Uhart. Alinovi. Ana Ojeda. Bitar. Bellomo. Consiglio. Maria Rosa
Lojo. Muzzio. Desiderio.
Y del
catálogo de Modesto Rimba me gusta tanto
Hugo Correa Luna (enorme enormísima su novela Los árboles), de Graciela
Ballestero (impecable autora Rosarina), Ana Ojeda, Ismael Cuasnicú (recuerden bien ese
nombre), Osvaldo Bossi, y Mercedes Roffé.
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