¿Por qué
elegiste dedicarte a la escritura?
No tengo tan claro el asunto. Es una
elección inconsciente. Creo que ella, la escritura, se presentó solita para
calmar ciertos malestares. Hoy lo tomo como un estabilizador anímico. Si
escribo o leo, mi vida va más o menos bien y todo tiene sentido, pero si no
puedo ni una cosa ni la otra, empiezan los síntomas; me siento molesto con todo
el mundo, me agarra como una picazón interna y doy vueltas por la vida como un
perro antes de cavar un hueso. Son síntomas horribles, por eso trato de
dedicarle cada vez más tiempo al placebo de la literatura.
¿Qué nos
podés contar sobre tu último libro?
“Una especie de
cárcel” es un libro de cuentos. Fue publicado en Mayo del 2017 por la editorial
Peces de Ciudad. Son cinco cuentos que buscan interpelar aquello que se
entiende como realidad, o al menos, trabajar sobre los bordes, sobre los
márgenes, donde la realidad se vuelve oscilante, donde “lo cotidiano se vuelve
mágico”. Mágico en el sentido de lo disruptivo a lo tácitamente establecido. El
texto pretende sondear el mundo de la realidad psíquica, de la percepción
subjetiva que siempre es elástica y flexible.
En todas las
historias hay algo de cárcel psíquica, de muros que nos empeñamos en construir
a causa de ciertos condicionamientos sociales que operan como límite.
¿Con qué
personaje de ficción te identificás?
Uf, con muchos. A
veces me gustaría ser Horacio Oliveira, vivir en las páginas de Rayuela,
escuchar Jazz en Paris, tomar whisky, hablar de las palabras, y ser uno más del
club de la serpiente. Hay días que siento que mi lugar es El Cairo, en la mesa
de los Galanes, y viviendo en el mundo costumbrista de Fontanarrosa. Pero la
mayoría de las veces puedo verme como un personaje Kafkiano – el Señor K de “el
castillo”, por ejemplo-,o bien dentro de una novela de Levrero –como “el lugar”
o “la ciudad”- buscando algún sentido de todo esto.
Los días que me
persigue la culpa (por ejemplo cuando no escribo o leo al ritmo que me
gustaría) me pongo en la piel de Raskolnikov en “Crimen y castigo”.
¿Qué autores
nos recomendás?
Podría hacer una lista de cien, pero ahora
mismo, por cercanía que trasciende el libro, pienso en autores argentinos
contemporáneos como Selva Almada, Hernán Ronsino, Luciano Lamberti, Samanta
Schweblin o Féliz Bruzzone, por nombrar algunos de estilos diferentes que me
gustan mucho.
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