¿Por qué elegiste
dedicarte a la escritura?
Creo que hay dos
razones. La primera es la que nos encontramos con mayor frecuencia:
sencillamente por amor a la lectura. Es decir, por amor a las historias, pero
también por la curiosidad que me generaba ese otro acto íntimo, que es el de la
escritura. La imagen del escritor (imagen falsa, lo sé, pero así lo imaginaba
yo), encerrado en un cuarto penumbroso y solitario, abarrotado de tabaco y
whisky, intentando pasar al papel las historias que se le iban ocurriendo, me
atraía más que ninguna otra cosa.
La segunda es incluso
más infantil. De chico soñaba con ser tres cosas: detective, arqueólogo y
superhéroe. De adulto descubrí que no sería ninguna de las tres. Pero también
de adulto comprendí que podía ser las tres cosas. Que siendo escritor podía ser
lo que quisiera. Así fue como me convertí en Philip Marlowe, en Indiana Jones,
en Batman. Así fue como me decidí (me resigné) a ser escritor.
¿Qué nos podés contar
sobre tu último libro?
Tengo que mencionar
dos, porque salieron simultáneamente: Sommelier
de infiernos (Baltasara Editora) y Matilde
debe morir (Editorial Bärenhaus). El primero es un libro de cuentos de
terror; el segundo, una novela que, si tuviera que definirla, diría que se
ubica en algún punto de tensión entre la novela experimental y la novela
policial. Pero mejor sería hablar de mi más reciente novela: Lo no escrito (de aquellos días oscuros), que
sigue inédita pero que me ha dado tantas o más satisfacciones que todo lo
anterior. Es la historia de un escritor que está bloqueado y que ha dejado su
novela por la mitad, al que se le aparece el personaje principal de esa novela
inconclusa, para reclamarle que siga escribiendo. Para reclamarle eso y mucho
más. Y no sólo él se le aparece, claro. Habrá otros que, acaso con distintas
motivaciones, irán engordando la trama. Lo
no escrito mantiene, o intenta mantener, la duda: ¿es el personaje quien
reactiva la trama al aparecérsele a su propio creador, o es el escritor quien,
retomando la escritura, reanima a su hasta entonces estático personaje?
Esa pregunta estará
latente. Y acaso no se responderá nunca.
¿Con qué personaje de
ficción te identificás?
De un tiempo a esta
parte, fui descubriendo que me identifico demasiado con Wilbur Redondo (el
protagonista de mi novela inédita). Parece una respuesta cómoda y vanidosa,
pero diría que es todo lo contrario. Wilbur (y sus vicisitudes) fue creado a
partir de las diferencias: nada más lejano a la autobiografía había al momento
de su creación, y sin embargo este último tiempo no hago más que encontrar
semejanzas, que a la vez me divierten y a la vez me asustan.
¿Qué autores nos
recomendás?
Evito nombrar a los
inevitables (Poe, Quiroga, Chejov, Cortázar) y postulo los que leí o releí hace
poco y que me dieron momentos gratificantes y que todavía perduran en la
memoria (esa permanencia en el recuerdo sin dudas es un indicio de buena
literatura):
·
Los que matan el tiempo y lloran su
entierro, de Pablo Laborde.
·
Mac y su contratiempo, de Enrique
Vila-Matas.
·
Como si existiese el perdón, de Mariana
Travacio.
·
Museo de la novela de la Eterna, de
Macedonio Fernández.
·
Diario de la Bestia, de Omar Weiler.
·
Misery, de Stephen King. Pero también El
resplandor y Cementerio de animales y El umbral de la noche.
·
La mujer que escribió Frankenstein, de
Esther Cross.
·
Distancia de rescate, de Samanta
Schweblin.
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