¿Por qué
elegiste dedicarte a la escritura?
En primer
lugar porque escribir es barato, no se necesita un gran presupuesto. Si uno
quiera hacer llover verde, con decirlo es suficiente. Por otra parte escribir
es más fácil que ir al psicólogo, uno puede asesinar, o besar a todas las
chicas y chicos que quiera, robar bancos, incendiar soles y volver a la
realidad sin ser acusado de nada, a los sumo de no ser buen escritor pero, por
suerte, nadie va preso por eso.
¿Qué nos
podés contar sobre tu último libro?
Complicado
hablar de lo que uno escribe. Es un libro de cuentos que se desarrollan en un
solo escenario, un bar del bajo porteño. Lugar que asisten suicidas, ladrones
de poca monta, prostitutas, marineros, gays. El libro se llama La Strada y fue
escrito hace varios años atrás.
¿Con qué
personaje de ficción te identificás?
En verdad con
ninguno, creo que Miller decía que los héroes de su barrio era mejor que los de
las novelas, porque esos muchachos de barrio realmente saben lo que es la
muerte. Entonces prefiero identificarme con amigos, con tipos comunes que no
protagonizan novelas, y que se juegan cada día la vida, laburando, intentando y
fracasando.
¿Qué autores
nos recomendás?
No soy yo el
indicado para recomendar, pero si decir nombrar autores que, a mi humilde
entender, uno debería acercarse a ver su obra. Martín Sancia Kawamichi, Horacio
Convertini, Mariana Travacio, Arianna Harwicz, Carla Maliandi, Mariana Sonego,
Ezequiel Dellutri, Quique Ferrari, Leonardo Oyola, Marcial Gala, Selva Almada,
me faltan varios más. Pero, insisto, asomarse a la obra estos escritores, nos
acerca al placer.
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