lunes, 19 de febrero de 2018

Preguntas a Luis Mey



¿Por qué elegiste dedicarte a la escritura?

Ojalá hubiese tenido el poder de elegir. La combatí y la combato. Pasé por no sé cuántas carreras, pero nada. Me persigue. Es lo único que la parte oscura de mi cabeza quiere para su vida cotidiana. Me habla, me susurra cuando voy por la calle. Y una cosa son los libros que fui sacando, pero otra es la escritura en cuanto soporte aparezca: ojalá fuera solamente en la hoja. No puedo vivir tan tranquilo sabiendo que aparece una voz todo el tiempo, una que escucho, una que escucho y modifico, una que invento y le pongo cara, una que viene de antes, una que espero. Ahora, si nos ajustamos a la pregunta, te digo que porque nadie, en mi barrio, se hubiese dedicado jamás a la escritura. Eso fue importante: hacer algo que los otros no. Porque hay algo que el lado oscuro de la cabeza me dicta con mucha más fuerza: llevar la contra, por deporte, por divertimento, por principios.

¿Qué nos podés contar sobre tu último libro?

Los pájaros de la tristeza es ese texto que esperé toda la vida, esa voz, en realidad, que me tomó, por fin, cada parte de mi cuerpo. Pensé, claro, cuando ya tuve la voz, que si a mí tanto me gustaba la voz de los niños, por qué no usar la hipérbole en ello, gran herramienta de todos los escritores. Y, simplificando la idea de la hipérbole, es decir, tomándola como exageración, dije: un niño, principalmente, carece del lenguaje de los adultos. Tiene que decir las cosas como puede, con las herramientas del día. Qué pasaría si, encima, ese niño tiene un retraso. Y qué pasaría, mejor, si tiene un talento extrañísimo –en este caso, la gomera, casi sobrenatural, porque donde pone el ojo pone la piedra– con el cual presentar batalla a los adultos. Casi todo eso se pone en juego para que dos hermanos, Jaime y Manuel, busquen a su padre por las “oficinas”, como ellos llaman a los bares de la zona. Lo importante, dentro de lo turbio y humorístico, es lo que pasa todo el tiempo por debajo. Fue, lo juro, la única novela que terminé y lloré. Y lloré un rato. No pasa un día sin que el lector me cuente por qué.

¿Con qué personaje de ficción te identificás?

Con Arturo Bandini, el héroe de las novelas de John Fante, con Jean Valjean, de Los Miserables, por más que no tengo nada de él, con los hombres comunes y asfixiados de la literatura de Richard Yates, con cada personaje de Carson Mc Cullers. Con miles. Miles. Todos están en todos.

¿Qué autores nos recomendás?

Los antedichos, sin duda. Y a eso le sumamos: Agota Kristof, por supuesto, William Goyen, Daniel Moyano, y acepto, de hecho, recomendaciones para mí.

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