¿Por qué
elegiste dedicarte a la escritura?
Ojalá hubiese
tenido el poder de elegir. La combatí y la combato. Pasé por no sé cuántas
carreras, pero nada. Me persigue. Es lo único que la parte oscura de mi cabeza
quiere para su vida cotidiana. Me habla, me susurra cuando voy por la calle. Y
una cosa son los libros que fui sacando, pero otra es la escritura en cuanto
soporte aparezca: ojalá fuera solamente en la hoja. No puedo vivir tan
tranquilo sabiendo que aparece una voz todo el tiempo, una que escucho, una que
escucho y modifico, una que invento y le pongo cara, una que viene de antes,
una que espero. Ahora, si nos ajustamos a la pregunta, te digo que porque
nadie, en mi barrio, se hubiese dedicado jamás a la escritura. Eso fue
importante: hacer algo que los otros no. Porque hay algo que el lado oscuro de
la cabeza me dicta con mucha más fuerza: llevar la contra, por deporte, por
divertimento, por principios.
¿Qué nos
podés contar sobre tu último libro?
Los pájaros
de la tristeza es ese texto que esperé toda la vida, esa voz, en realidad, que
me tomó, por fin, cada parte de mi cuerpo. Pensé, claro, cuando ya tuve la voz,
que si a mí tanto me gustaba la voz de los niños, por qué no usar la hipérbole
en ello, gran herramienta de todos los escritores. Y, simplificando la idea de
la hipérbole, es decir, tomándola como exageración, dije: un niño,
principalmente, carece del lenguaje de los adultos. Tiene que decir las cosas
como puede, con las herramientas del día. Qué pasaría si, encima, ese niño
tiene un retraso. Y qué pasaría, mejor, si tiene un talento extrañísimo –en
este caso, la gomera, casi sobrenatural, porque donde pone el ojo pone la
piedra– con el cual presentar batalla a los adultos. Casi todo eso se pone en
juego para que dos hermanos, Jaime y Manuel, busquen a su padre por las
“oficinas”, como ellos llaman a los bares de la zona. Lo importante, dentro de
lo turbio y humorístico, es lo que pasa todo el tiempo por debajo. Fue, lo
juro, la única novela que terminé y lloré. Y lloré un rato. No pasa un día sin
que el lector me cuente por qué.
¿Con qué
personaje de ficción te identificás?
Con Arturo
Bandini, el héroe de las novelas de John Fante, con Jean Valjean, de Los
Miserables, por más que no tengo nada de él, con los hombres comunes y
asfixiados de la literatura de Richard Yates, con cada personaje de Carson Mc
Cullers. Con miles. Miles. Todos están en todos.
¿Qué autores
nos recomendás?
Los
antedichos, sin duda. Y a eso le sumamos: Agota Kristof, por supuesto, William
Goyen, Daniel Moyano, y acepto, de hecho, recomendaciones para mí.
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