¿Por qué elegiste
dedicarte a la escritura?
No elegí, fue más bien el reflejo de mi sistema
parasimpático a una adolescencia que de otro modo me hubiera detonado. Ya de
grande, busqué mejorar la técnica con profesionales, y al cabo de unos años de
aprendizaje me atreví a salir a la cancha. La escritura cobró tal relevancia en
mi vida, que fui abandonando otras tareas más remunerativas para dedicarme de
lleno a la actividad. Hoy me siento muy feliz, y hasta me arrepiento de no haberlo
hecho antes. Y creo que esa percepción del tiempo perdido tuvo mucho que ver
con mi último libro.
¿Qué nos podés contar
sobre tu último libro?
Integralmente, Los
que matan el tiempo y lloran su entierro trata sobre cómo las personas —aun
sabiendo que el tiempo es un recurso no renovable— disponemos de él como si lo
fuera; y cuando advertimos que el tiempo es todo, en general ya es tarde para
muchas cosas. A veces es tarde para todo.
Son ocho relatos muy distintos, pero de algún modo tienen
ese denominador común. Transcurren mayormente en un tiempo y espacio muy
cercano a nosotros los porteños: son historias bastante costumbristas,
regionales. Aunque también hay una especie de ciencia ficción argenta. Tomándolos
por unidad los cuentos intentan una visión lateral de la femineidad, el
arrepentimiento, la timidez, la simulación, la desidia, la muerte, la simbiosis
y la intrascendencia. Así dicho, creo que suena medio denso, pero también creo
que a ese puñado de personajes le pasan cosas tan desopilantes, que aunque más
no sea por curiosidad morbosa, eventualmente el libro se vuelve entretenido;
más allá de que el trasfondo es trágico.
¿Con qué personaje de
ficción te identificás?
No puedo decir sólo uno. A los veinte, recuerdo haberme
identificado con Harry Haller, de El lobo
estepario, de Hermann Hesse. A los treinta, sentí una gran empatía con Paul
Hackett, el personaje interpretado por Griffin Dunne en la película Después de hora, de Martin Scorsese. En
aquella época, mi vida era exactamente igual a esa madrugada en el Soho. Cuando
anduve por los cuarenta me identifiqué mucho con Lester Burnham, el personaje interpretado
por Kevin Spacey en Belleza Americana,
de Sam Mendes. Y el último cosquilleo incómodo me lo produjo Michael Stone, el “experto
en servicio al cliente” de Anomalisa,
de Charlie Kaufman.
¿Qué autores nos
recomendás?
Voy a recomendar argentinos: Pedro Mairal, Samanta
Schweblin, Cristian Acevedo, Federico Falco, Selva Almada, Sergio Bizzio, José
Ingenieros, Velmiro Ayala Gauna.
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